El enfado de Xavi Hernández después de caer en Almería (1-0) quedó evidenciado no solo en la sala de prensa, donde fue especialmente autocrítico, también se reflejo sobre el terreno de juego, donde el entrenador azulgrana no estuvo en ningún momento tranquilo. Desde el comienzo del partido en el Powerhorse Stadium, Xavi estuvo de pie en su área técnica, alentando a sus jugadores.
El entrenador había dado la cara por sus jugadores en la previa, asegurando que no les afectaría la eliminación europea, pero desde el principio no le gustó lo que estaba viendo en el verde. Lo demostró desde el inicio en dos acciones muy significativas. Una discusión con Busquets y otra con Gavi, dos de sus hombres más importantes.
El primero, el capitán, su ex compañero y el que tiene más jerarquí dentro del grupo. Significativo. Fue después de una pérdida del de Badia, en un balón que se quedó a medias entre un control y un pase a De Jong, aún con empate a cero. Una acción en la que Xavi le recriminó más intensidad y el capitán se justificó, respondiendo a su entrenador en un intercambio de opiniones subidas de tono, gesticulando ambos, fruto también de la tensión del partido. La discusión acabó con Xavi aplaudiendo a Busi, pidiéndole más actitud, y el capitán acatando la orden de su superior.
Era un mensaje también para el resto, que en ningún caso mejoraban la actuación del capitán. La segunda bronca fue para Gavi por un descuido que acabó siendo fatal y significando el 1-0 local. Poco antes de la media hora de partido, Rodrigo Ely le robó la cartera al canterano y buscó directamente a su delantero centro. El Bilal puso su cuerpo delante de Christensen para bajar el balón a Luis Suárez, que se la devolvió en largo, a la espalda del central danés. El ariete del Almería le ganó la carrera al azulgrana y fusiló a Ter Stegen. Entonces el técnico fue a buscar a Gavi.
Fueron dos episodios destacables, pero Xavi no dejó el cabreo hasta el final. Intentó agitar al equipo con hasta tres cambios de dibujo, pero ni así. Estaba tenso, veía que se le escapaba una buena oportunidad. Vio una amarilla por protestar que le dejará en la grada ante el Valencia. Pero no le faltaba razón, el resultado le dio la razón. Toca hacer autocrítica y ponerse las pilas en un momento clave de la temporada. Y Xavi sabía lo mucho que había en juego en Almería.