El discurso de Luis Rubiales ante la Asamblea General de la Real Federación Española de Fútbol ha sido una muestra de la tensión y controversia que rodea su gestión en el fútbol español. En primer lugar, Rubiales se vio obligado a pedir disculpas a la Casa Real por su comportamiento en la final del mundial femenino de Oceanía, donde se agarró sus partes en un momento de euforia. Aunque intentó explicar que fue un gesto espontáneo y no una muestra de dominio sobre la situación, el presidente de la RFEF reconoció que fue un acto poco edificante. Sin embargo, su disculpa pareció insuficiente para algunos críticos, que argumentan que su conducta fue inapropiada para un líder deportivo de su calibre.
Otro punto destacado del discurso fue el beso a la jugadora Jenni Hermoso. Rubiales insistió en que fue un gesto espontáneo y consentido, pero su explicación no logró disipar las dudas y críticas que han surgido en torno a este incidente. La falta de claridad en la comunicación y la posterior presión sobre la jugadora para que guardara silencio generaron controversia y alimentaron la polémica. Además, Rubiales arremetió contra la prensa, acusándola de no buscar la verdad y de llevar a cabo una campaña en su contra durante años. Sin embargo, estas acusaciones no se respaldaron con pruebas concretas, lo que plantea interrogantes sobre su veracidad.
Finalmente, Rubiales anunció que no tiene intención de dimitir a pesar de la creciente controversia y las críticas. Su firmeza en permanecer en el cargo puede ser vista como un acto de determinación, pero también plantea preguntas sobre su capacidad para gestionar la situación de manera efectiva y restaurar la confianza en su liderazgo. En última instancia, este discurso deja al fútbol español en un estado de incertidumbre y divide a la opinión pública sobre la idoneidad de Rubiales como presidente de la RFEF.