La preocupación de la FIFA por los incidentes de carácter racista durante las clasificatorias para el Mundial 2026 es una señal de la triste realidad que persiste en el mundo del fútbol. Si bien es loable que la FIFA haya establecido un protocolo de tres pasos para abordar estos incidentes, no podemos evitar preguntarnos por qué estas medidas no se tomaron mucho antes. Detener un partido y enviar a los jugadores a los vestuarios solo debería ser la última opción, y debería ser precedido por sanciones más severas y claras para los equipos y sus aficionados que participen en comportamientos racistas. Además, la FIFA debería ser más proactiva en educar a los jugadores y a los fanáticos sobre la diversidad y la tolerancia desde una edad temprana, en lugar de simplemente reaccionar cuando ocurren estos incidentes vergonzosos.
El sistema de seguimiento antidiscriminatorio de la FIFA es un paso en la dirección correcta, pero es necesario que la FIFA tome medidas más drásticas para erradicar el racismo del fútbol. La calificación de los partidos como «de alto riesgo» debería ir acompañada de medidas preventivas más estrictas, como la prohibición de ciertas pancartas o consignas racistas en los estadios y la identificación y prohibición de grupos de fanáticos racistas. La anonimidad de los observadores es comprensible por razones de seguridad, pero también debe haber una transparencia en la publicación de los informes y en la aplicación de las sanciones. En última instancia, la FIFA tiene la responsabilidad de liderar el cambio en el fútbol y asegurarse de que sea un deporte inclusivo y respetuoso para todos, sin importar su origen étnico.