Mientras recompone su mejor versión y se reencuentra consigo mismo, el Liverpool solventó este martes su clasificación a los dieciseisavos de final de la FA Cup contra el Wolverhampton, al que derribó con un golpe certero, imparable, de Harvey Elliott en el minuto 12 y al que aplacó con firmeza y compromiso.
Ya aparece en el horizonte, en la siguiente ronda del torneo, el Brighton, otro desafío para el bloque de Jurgen Klopp, reactivado después de tres encuentros consecutivos sin ganar, superviviente del 2-2 sufrido en Anfield y ganador del desempate de este martes en Molineux, entre la irregularidad que sostiene en cada competición de esta temporada, aún sin su fútbol, aún entre las dudas, aún con mucho camino por recorrer.
Pero, este martes, con pegada. Es la diferencia. Todo lo hizo Harvey Elliott, el futbolista de 19 años ya al borde de los 50 encuentros con el primer equipo ‘red’. Recibió la pelota de Thiago Alcántara aún en su propio territorio, controló y avanzó frente al repliegue de su adversario, que reculó hasta que entendió que todos los pasos que había dado hacia atrás habían sido una concesión atroz.
De repente, Elliott soltó un zurdazo tremendo, inalcanzable para el adelantado José Sa, al que sobrepasó por encima para transformarse en el 0-1 en el estadio Molineux; un impulso para Jurgen Klopp y su equipo, por el abrupto inicio del encuentro, por el comprometido curso de su temporada y por la dimensión que alcanza un gol en un duelo de desempate como visitante, tan ajustado como se preveía ante un oponente en crecimiento desde la llegada a su banco de Julen Lopetegui.
El gol apagó un buen rato al Wolverhampton. Aún sin Pablo Sarabia, su último fichaje, anunciado este mismo martes antes del duelo, entró en un laberinto ofensivo del que no vislumbró del todo la salida. Ni Raúl Jiménez ni Moutinho ni Ait-Nouri ni Adama Traoré. Ni tampoco su equipo al completo, relegado a la nada cada vez que se postuló para tentar la igualada, hasta la ofensiva final, cuando sí se sintió capaz de todo.
Antes, sólo un tiro al lateral de la red de Adama Traoré. Esporádico. Demasiado desviado, demasiado poco, para reponer el debate sobre el resultado, que, por entonces administraba el Liverpool con solidez, sin sobresaltos, de nuevo con el internacional español sub’19 Stefan Bajcetic como titular, por tercera vez en sus ocho encuentros disputados, visiblemente sobrecargado en el minuto 72 y reemplazado por Fabinho.
Cody Gakpo fue el elegido para la delantera. Todavía sigue sin gol en su tercer choque con el Liverpool. En el minuto 65 fue cambiado por Mohamed Salah. Ni una sola ocasión tuvo el astro egipcio. Tampoco su equipo, sin la posesión, sin la profundidad, sin el vértigo, sin el desborde de otros tiempos, en modo resistencia ante el Wolves y con el triunfo ya a la vista.
Lo retuvo porque Joe Gómez privó con su cabeza el gol al que apuntó el remate del mexicano Raúl Jiménez (cambiado al minuto 84 por Diego Costa, el último recurso al que acudió Lopetegui) y porque el Liverpool aguantó su victoria mínima hasta el final, fuera de su mejor nivel, alejado aún de sí mismo, pero con la victoria y la clasificación. Un alivio.