Es la cualidad que más distingue a los miembros del ‘Big 3’, que no fallan cuando están ante una óptima ocasión histórica en esa carrera entre Roger Federer, Rafa Nadal y Roger Federer que ha derivado en una era dorada del tenis masculino.
En su feudo predilecto, con ánimos de revancha, el serbio Novak Djokovic, 35 años, se lanzó a degüello a por una presa más apetitosa que nunca. Tiene clavados en su corazón y mente aquellas horas encerrado en un hotel de inmigración, la deportación de Australia tras una batalla con el gobierno central originado por su negativa a vacunarse contra el coronavirus. La misma convicción que le dejó sin entrar luego en Estados Unidos.
Cedió terreno a sus rivales deportivos, también en el ranking mundial. Festejó enfurecido su éxito en Wimbledon, se tomó la gran venganza en Melbourne Park recuperando su hegemonía, firmando su décimo título en el Open de Australia. Suma su 22º Grand Slam, igualando el récord del campeón del torneo en la edición anterior, Rafa Nadal, y recupera un número uno mundial que dejará este lunes Carlos Alcaraz. Pleno de un tenista de 10.
Hasta se quitó el vendaje el muslo izquierdo que lució durante los seis partidos anteriores para encarar la batalla decisiva con el griego Stefanos Tsitsipas, 24 años y nº 4. ‘Nole’ mantuvo su condición de invicto en finales en el Open de Australia, cazó la décima en tres sets: 6-3, 7-6 (4) y 7-6 (5) en 2h.56′.
Ni rastro de la lesión de isquiotibiales, de la que quedó una fina cinta kinesiológica protectora. En condiciones plenas Djokovic se asemeja al mejor Nadal en Roland Garros. Intocables en casa, donde su tenis se realza. Intocable el serbio en un torneo en que suma 28 victorias consecutivas, que son 41 en el global de Australia, donde empezó el curso levantando el trofeo ATP de Adelaida.
Lloró desconsolado cuando se marchó a celebrarlo con los suyos. Inconsolable. Se quebró emocionalmente en el box con su equipo técnico y familiares, del que se ausentó su padre Srdjan tras la polémica por unas imágenes con aficionados apoyando la invasión de Rusia en Ucrania. Muchos factores está lidiando Novak, los va superando con mucha calidad pero también dedicación a su pasión. Trabajo a destajo para recoger la recompensa.
Nunca había llorado tanto en una pista el balcánico, que buscó en la toalla un refugio momentáneo. Campeón, de nuevo levantando la Norman Brookes Challenge Cup, recibiendo un talón por 2.975.000 dólares australianos (dos millones de euros), sumando 2.000 puntos de ranking mundial. Se instala en la cima tras unos tiempos muy convulsos.
Era su trigésima final grande, a los diez Open de Australia une siete coronas en Wimbledon, dos en Roland Garros y tres US Open. Son 93 títulos profesionales. Mucho. En un nivel superior a su víctima, un Stefanos Tsitsipas que pierde su segunda final de Grand Slam. No pudo con el serbio en Roland Garros 2021, tampoco en Melbourne, en su décima derrota seguida contra el balcánico, en trece enfrentamientos.
Empezó arrollador Djokovic, se puso muy nervioso ante la reacción de Tsitsipas en un segundo set en el que levantó bola de set con 4-5. Y se llevó el ‘tiebreak’. La capacidad de los elegidos para arrasar con todo de cara y salir indemne de las complicaciones. Recobró un ‘break’ temprano en la tercera manga, se puso serio hasta dar la puntilla en el último ‘tiebreak’. Estocada histórica.
Y lloró, lloró. Alegría, satisfacción, mucho alivio. Cuentas que saldar. Pudo ponerse una camiseta con el 22, cifra que comparte ahora con Rafa Nadal.