El arquero de la selección ecuatoriana de fútbol, Hernán Galíndez, pasó por ESPN Fútbol 90 donde repasó su actualidad con Huracán, la tricolor y los momentos complicados por los que atravesó en su carrera deportiva.
Galíndez contó que su decisión de ir a Huracán fue para subir su nivel, tras su paso por Aucas: “Vine a Argentina porque me iba a obligar a subir mi nivel. Me va a dar más posibilidades de estar en la selección y por supuesto que quiero seguir estando. Mi objetivo es estar en el próximo Mundial y no me voy a bajar de esa pelea. Estar en la selección es lo más lindo que me pudo pasar. Disfruto muchísimo la convocatoria, la convivencia, ver Moi, a Piero , Pervis, a toda esa banda que son unos chicos bárbaros y aprendo mucho de eso”.
En ese sentido contó sobre el proceso y la decisión de nacionalizarse: “Estuve 12 años. La decisión de nacionalizarme la tomé como una personal natural, no por lo deportivo, porque habíamos tomado la decisión de quedarnos a vivir, nació nuestro hijo allá. Quiero votar, quiero ser parte de este país de verdad. Me demoró mucho tiempo el trámite y luego me llamaron a la Selección”.
Ese primer llamado de Gustavo Alfaro
En el proceso pasado cumplió un sueño: “Soñaba ir a la selección, lo decía como un chico que dice quiero ir a la luna. Sabía que no tenía posibilidades, pero estaba ahí el sueño. Cuando me llamó Alfaro fue un día increíble”.
Galíndez analizó la dificultad del puesto y la mentalidad que necesita el arquero
En el inicio de su charla con el Pollo Vignolo y su equipo, Galíndez remarcó: «Siendo arquero es más difícil llegar. No hay lugar para los arqueros».
Y continuó con su análisis del puesto: «Creo que hay una cuestión psicológica, que una cosa es debutar, atajar partido sabiendo que después vuelve el otro por una lesión o una suspensión y otra cosa es cuando ya te sentís titular y tenés la responsabilidad de soportar un arco. Es diferente. Por eso es difícil ser joven y aguantar un arco».
«Llega una edad en la que necesitás buscar un lugar para atajar. A los 23, 24 años, máximo 25 años».
«El Gato Andrada fue mi entrenador de arquero y me decía que el arquero se hace arquero después de comerse 100 goles. Yo creo que hay que cometer errores y después de los 30 años es como que empezás a entender el puesto desde otro lugar, empezás a relajarte mucho más y empezás a disfrutarlo.»
«A mi edad ya no me importa nada lo que me digan, pero de chico no es fácil. Yo tuve la posibilidad de enfrentar a Riquelme, a Palermo, a la Bruja Verón de chico y no disfrutarlo. No tengo recuerdos buenos de esa época porque estaba muy estresado. No era consciente del momento que estaba viviendo».
Ecuador, su tabla de salvación
Después del descenso con Rosario Central, un paso por Quilmes y su regreso al Canalla, aprovechó la chance de irse a la Universidad Católica, que militaba en ese momento en la Segunda División en el 2012.
«Cuando me fui a Ecuador, acá me había quedado sin lugar. Un día me dijeron: ‘no te necesitamos más, gracias’. Y me fui a jugar a la B de Ecuador y no fue fácil. Fue probablemente, el año más duro que tuve en mi vida», relató.
«Fue arrancar de cero. Tenía ganas de jugar al fútbol y sentía que esa mi última oportunidad y que si no me iba bien, tenía que dedicarme a otra cosa», aceptó sobre ese cambio en su vida y su carrera. Luego iba a jugar nueve allí, antes de irse a Chile, para luego regresar al país.
«Por suerte salimos campeones, fue un buen año para mí y arrancó ahí mi carrera en Ecuador», valoró.
«La decisión de nacionalizarme la tomé como una decisión natural, no por lo deportivo, porque ya había conocido a mi esposa y habíamos tomado la decisión de quedarnos a vivir, ya había nacido nuestro primer hijo allá».
«Demoró mucho la nacionalidad y un día llegó. Y después de un tiempo recibí el llamado de la Selección».
«Soñaba con ir a la Selección como un chico sueña con ir a la luna: sabía que era imposible, pero estaba ahí el sueño. Y cuando me llamaron por primera vez, que me llamó Gustavo Alfaro, fue un día increíble», recordó, de aquella primera citación en 2020. Con la Tricolor, Galíndez disputó el Mundial de Qatar 2022.
El descenso de Central: la hora más oscura para Galíndez
Previo a su «autoexilio» en Ecuador, Galíndez recordó el pozo en que se sumió al sentirse «culpable» por el descenso de Rosario Central en 2010. Hernán Galíndez, de 23 años, era suplente en aquel equipo, pero la lesión de Fatura Broun lo puso en primer lugar. Así fue que tuvo que hacerse cargo del arco en la Promoción frente a All Boys.
«En Central la pasé muy mal. Me tocó descender. Atajé los últimos seis meses por la lesión de Broun, estuve en la Promoción y yo lo dije públicamente, no atajé bien, cometí errores y fue parte de uno de los culpables, porque Central descendió. Yo asumo esa responsabilidad. Era chico, tenía 23 años. Había atajado 15 partidos en Primera y un día me encontré atajando en la Promoción…»
«Me costó mucho salir de ese momento. Fue muy duro. Estuve, probablemente, con depresión, que no sabía lo que era. Estaba todo el día encerrado, sin ganas de comer, sin ganas de salir de la cama. Me pasaron cosas feas por la cabeza. Me llegué a preguntar si era verdad que quería ser arquero», relató sobre su sensación en ese momento.
«Un vecino me dijo que pasaron unos hinchas a preguntar si vivía acá y ya tenía miedo a salir a la calle. Lamentablemente son cosas que pasan en el fúbtol y que se naturalizaron, pero yo era muy chico y no supe cómo manejarlo y la primera oportunidad para salir del país, me fui».
La falta de confianza que sufrió tras el descenso con Central, el Galíndez admitió que dudó sobre su vocación y es algo que pudo recuperar en Ecuador: «Y cuando salí campeón en la Serie B de Ecuador, ese día lo recuerdo con mucha alegría porque, como que me demostré a mi mismo que no era tan malo como había llegado a pensar también».
«Mucha gente me decía que para descender son tres años, y yo sólo atajé seis meses, pero me tocó estar a mí ese día. Y yo muchas veces me pregunté por qué me tocó a mí estar ahí. Yo sabía el primer año en Ecuador que si no me iba bien, dejaba el fútbol», recordó.
Con respecto a cómo salió de ese momento oscuro, el arquero reveló: «No pedí ayuda, no existían todavía los psicólogos (deportivos)».
Una vida entera enfrentando a Messi
Como arquero naturalizado ecuatoriano, Galíndez aclaró que él «jamás negaría a Argentina». Y explicó: «Nací acá y hoy juego de nuevo acá. El partido con Argentina no es igual al resto. Sabés que hay mucha gente mirándote. Moviliza».
Y recordó su primer cruce con la Albiceleste: «Acá en la cancha de River, era el primer partido de Argentina campeón del mundo».
En particular sobre qué piensa un arquero cuando ve venir a Messi, comentó entre risas: «Lo único que esperás cuando ataca Messi es que se desmaye. Enfrentarlo es…está en otro nivel, pero desde muchos lugares, no solamente en lo deportivo».
Y recordó que en su Rosario natal ya le tocaba enfrentar al crack desde los torneos infantiles: «Nos enfrentamos desde muy chiquito, cuando arranqué a atajar a los cinco años. Ya en Rosario todo el mundo sabía quién era Messi».
«Yo en esa época jugaba en un equipo que se llamaba Alianza Sport. Y todos los equipos que jugabas y llegabas a la final, ahí iba a estar Messi. Un coloradito, chiquito, decíamos, que se llama Messi».
«Todas las finales que llegaba, ahí estaba el coloradito con la 10. Era Messi y te ganaba», reiteró.
«El primer año que atajo, me hicieron un solo gol en ese torneo y ese me lo hizo él. Recuerdo hasta el día de hoy cómo hizo el gol. Él no creo que se acuerde, nunca tuvimos relación. Pero me acuerdo que pasó a cinco compañeros míos y a mí, incluido. Era impresionante».
«En todo Rosario se sabía que era bueno, que era diferente. No sabíamos que iba a ser el mejor de la historia», cerró.